Le pareció que esa tarde era la más triste, la más gris, y la más hermosa de todas las tardes de ese otoño.
Observó como el viento hacía bailar a los árboles, a las hojas, que elevaban vuelo buscando un rumbo, un lugar donde aterrizar sanas y salvas.
Se sintió como ellas, ya resecas, separadas de su hogar, vagando solitarias donde las llevara el viento.
Una lágrima rodó por su mejilla. Deseó que llegara la noche, quería que la luna se asomara, para poder esconderse. Para que ya nadie la viera llorar.
¿Qué sentido tenía tomar decisiones? ¿Qué tan importantes eran, realmente?
El vacio tomó forma en su pecho. Observó el cielo, preguntándose porqué. ¿Por qué, Dios, si es que existía uno, los había separado, justo en los momentos de su vida que más lo necesitaba a su lado?
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