viernes, 14 de noviembre de 2014

This ain't a fairy tale

Por muchos años estuve acostumbrada a llevar la vida que no quería. A mirar a mi alrededor, y querer cualquiera, cualquier otra vida que no fuera la vida. Ser cualquier persona que no fuera... yo. Ser yo siempre fue tan insuficiente.
Me encuentro analizando, creando cuadros comparativos de mi vida y el resto, otra vez. Pero esta vez es diferente. Esta vez necesito recordarme, que la vida que llevo hoy... La vida que llevo hoy es la vida que quiero tener. Y sí, el resto del mundo puede ser feliz a su manera. Pero, ¿Por qué me encuentro comparando todo lo que no tengo, cuando lo que tengo en mis manos es mucho más que suficiente? 
Soy tan insaciable, que incluso cuando tengo todo lo que quiero, encuentro una manera de derrumbar un pilar. De quitar al menos un ladrillo del muro, para que falte algo. ¿Cómo puedo satisfacer mi necesidad de ser insaciable si me encuentro con todo lo que deseo? 
No estoy acostumbrada a estar bien. A estar feliz. A vivir con una sonrisa, no sólo un día o dos. Siempre. Toda la semana y la siguiente también. En algún punto colapso. Porque viví toda mi vida aceptando que mi estado fijo era la tristeza, la inconformidad, la desesperanza. Después de diez años de encarar mi vida de esa manera, me encuentro con algo completamente distinto. La mujer que siempre fui desde niña corre para estrellarse sobre las paredes que forman mi burbuja, para sentirlas nuevamente. Mis inseguridades, mis miedos, reviven y se apresuran a construir un muro, o a escupir palabras mal intencionadas, solo para volver al lugar de confort. A ese lugar tan conocido, que nada tiene que afrontar más que sus imperfecciones tan familiares. 

Sólo meses llevo en esta especie de rehabilitación. En tantos aspectos me siento recuperada. Y llego a creerlo. Llego a creerlo tan firmemente que aseguro haberlo superado todo, ser una nueva persona que no necesita llorar para saber que siente... que siente algo. Una persona que no desborda en lágrimas solo porque no controla sus verdaderas emociones. 

La realidad es que esa soy yo. La desequilibrada emocionalmente.  La que siente tres veces más de la cuenta. La que esta siempre lejos de los standards, de cualquier tipo. La que no puede ver nada bueno en su reflejo. Dramática, exagerada. La que no expresa sus sentimientos hasta el momento culmine, siempre esperando a que el rebalse el vaso y así explotar en verborragia. La que sueña más de la cuenta. 

La que aprendió de la literatura que la vida no es una novela. 
La que de todas maneras, vive como si lo fuera.

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