viernes, 19 de septiembre de 2014

El miedo tiene forma y color

El miedo tiene forma. La fue tomando hace unos meses atrás, hoy puedo distinguirla claramente. Tiene unos cautivantes ojos café, una satisfactoria sonrisa y sabor a impaciencia en sus labios. Canta melodiosamente canciones de desesperanza y se esconde cuando los brazos de la felicidad abrazan su entorno.
El miedo tiene forma. Es un ser presente en mi día a día. Mi amigable monstruo. En sus mejores días me impulsa a seguir. En sus amargos jueves me lleva a meditar con él. Le encantan las noches oscuras porque es cuando más brilla y se hace notar. Detesta el sol, los sábados y los besos con sabor a amor. Es un desvelante ser, odia las noches acompañadas de ternura que lo obligan a desaparecer momentáneamente.
El miedo tiene color. Similar al gris pero menos real. Parecido al arco iris pero menos amorfo. Su color abraza momentos y los transforma. En la mente distorsiona recuerdos y crea futuros atemorizantes. Recorre el camino imaginario de las posibilidades y derrama lágrimas innecesarias. Su color provoca todo eso que uno teme. Su color rechaza todo eso que uno quiere.
El miedo tiene color, sí. Imposible de ver, fácil de pelear si se tiene la suficiente valentía. Permite que todo se transforme. Sonríe mientras me transporta a instancias de mi que disgustan. A través de un vidrio espejado me permite ver la verdad solo de la manera que él quiere. A veces me animo lo suficiente como para pegarme al vidrio y espiar la realidad. Me miente. Es dolorosamente sincero. 
El miedo es parte de mí. Una extremidad más de mi cuerpo, imposible de arrancar, no tan difícil de dormitar si se tiene la correcta anestesia.

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